El pasado 7 de Octubre se cumplieron 139 años de la catástrofe ferroviaria ocurrida en línea del interior de la Cía. de los F.F.C.C. de Barcelona a Gerona. Ese día del año de 1863, se desencadenó sobre gran parte de Cataluña un furioso temporal que se prolongó durante varias horas y se centró en la zona meridional del macizo del Montseny, en las cercanías de Vich y en las partes media y superior de los cursos de los ríos Llobregat y Cardoner. Como consecuencia del mismo se produjo el desbordamiento de los dos citados ríos, así como del Tordera, el Besós, el Meder y la riera de Rajadell. Pero independientemente de estas consecuencias, iba a tener lugar otra de carácter puramente ferroviario, en el pontón sobre el torrente denominado de Albern (también Alabern, Alebern, Abern o Abert), situado entre las estaciones de Hostalrich y Breda, en la línea de Barcelona a Gerona por el interior. El primitivo puente, construido junto a las restantes obras de la línea, había tenido una efímera existencia que terminó en Octubre de 1861, al ser destruido por un fuerte aguacero. En esta ocasión, el suceso no tuvo mayores consecuencias.
Construido otro en su sustitución, por más que había sido dotado de una mayor resistencia, iba a correr idéntica suerte. En la tarde del citado 7 de Octubre, el tren de viajeros Nº 24, encabezado por la locomotora Nº 10 y compuesto de coches de diversos tipos, partía de Gerona en sentido Barcelona. Si bien es cierto que ya llovía a su salida de la inmortal ciudad, nada hacía presagiar la furia que adquiriría el temporal tras su paso por Hostalrich. Un horroroso final se avecinaba para muchos de los numerosos pasajeros que iban en el convoy. Atravesada la riera de Arbucias y en medio de un intensísimo aguacero, maquinista, fogonero y conductor pudieron observar como el guarda del paso a nivel del camino de Gaserans, daba con su farol la señal de precaución. Inmerso el convoy en la confusión que producía la fuerte lluvia, acompañada de intenso aparato eléctrico, el maquinista aminoró la marcha, deteniéndose a la altura del citado guarda para preguntarle acerca de la señal que presentaba. En respuesta, expresó el guarda sus temores de que el agua arrastrase el lastre de la vía, dejando al descubierto las traviesas de algunos tramos. Agradeciendo el aviso y expresando la conveniencia de advertir al tren que debía presentarse procedente de Barcelona, preguntó el maquinista por el pontón sobre el torrente cercano. Tras recibir noticias en sentido positivo, ya que al formar el guarda en su puesto nada había observado de particular, reinició su marcha el tren a la escasa velocidad de poco más de 10 Kms./hora.
Abriéndose paso entre el impresionante aguacero, fue avanzando lentamente el convoy hasta conseguir llegar al pontón del Albern. Sin embargo, una vez allí, en el momento de pasar sobre el mismo y vencido uno de sus pilares por la inmensa fuerza de las aguas, se hundió aquél, arrastrando consigo la locomotora, el tender y los primeros coches de la composición. Estos fueron cayendo uno tras otro, precipitándose fatalmente al fondo de la impetuosa y desbordada corriente.
Convertidos varios de ellos en un amasijo de chatarra y astillas en el que quedó atrapada gran parte del pasaje, muchos de los viajeros murieron de inmediato bajo las aguas. Otros, arrastrados por la imparable corriente río abajo, intentaron salir a flote y ganar como pudieron la orilla. Desorientados los supervivientes y en espera de recibir alguna ayuda, siguieron soportando en la escena de la catástrofe el viento huracanado, el inmenso aguacero que seguía cayendo y el ensordecedor ruido de la corriente. Todo ello mientras no dejaban de oírse los lamentos de los heridos y los desesperados gritos de los que aún permanecían atrapados entre los restos del tren.
El primer auxilio que pudieron recibir las infortunadas víctimas provino de los vecinos de las cercanas masías. Posteriormente empezaron a llegar los habitantes de la población de Hostalrich, quienes provistos de antorchas de cera y desafiando la violencia del temporal decidieron desplazarse al lugar del accidente. Allí prestaron los iniciales cuidados médicos el facultativo castrense de la población y médico de la Cía. del Ferrocarril, D. Francisco Llensa, así como el farmacéutico de la población, D. Joaquín Brunet. Habiendo fallecido en el momento de la catástrofe 19 personas, permanecían en el lugar 11 heridos graves, así como innumerables contusos. Tras ser atendidos paulatinamente, fueron trasladados a lo largo de la madrugada a Hostalrich, ingresando los más graves en el hospital de la villa y acogiendo los vecinos en sus casas al resto. Incluso fueron generosamente albergados y atendidos en sus necesidades los que habían resultado ilesos. Tras el posterior fallecimiento de 2 de los heridos, el número total de víctimas mortales se elevó a 21.
Al día siguiente de la catástrofe, se personaron en el lugar el gobernador civil de la provincia, el alcalde de Barcelona, el comandante militar de Hostalrich, miembros del Ayuntamiento de dicha villa, numerosa tropa, autoridades judiciales de Santa Coloma de Farners, etc. Destacada actuación tuvo el presidente de la Cía. -D. Manuel Gibert-, quien inmediatamente partió para el lugar del accidente. De camino al mismo -en compañía de los directores Sres., Estapá, Maseras y Coronas, así como del inspector Sr. Aledo-, daba ya desde Blanes -el día 8 a las 21 horas- toda suerte de instrucciones. También se desplazó allí el director mecánico -D. Joseph White- con personal de la Cía. y herramientas para disponer la retirada del material accidentado.
A su vez y con los directores que habían permanecido en Barcelona, la Junta celebraba el día 9 una sesión extraordinaria en la que entre otras cosas se intentaba restablecer el servicio en la medida de lo posible. Así, se proponía el establecimiento de trenes entre Badalona y Arenys, tramo en que los desperfectos habían sido de poca consideración. A pesar de las dudas de algunos directores acerca de tan apresurada medida, ésta resultó finalmente aprobada. “Los S.S. Patxot y Ferratges expusieron algunas dificultades que veían para el referido servicio del litoral; pero toda vez que se indicó que no había razón plausible para tener incomunicadas las poblaciones intermedias entre Badalona y Arenys ya que la línea estaba en buen estado en dicho trayecto, se acordó poner un tren para el servicio de Arenys a Badalona a las 6, 10 de la mañana y 2 de la tarde y para el de Badalona a Arenys a las 8, 12 de la mañana y 4 de la tarde”. (1)
De regreso el presidente y los directores que le habían acompañado al lugar de la desgracia, se celebró una nueva sesión de la Junta el 10 de Octubre. En ella se resolvió centralizar en la persona de D. Manuel Gibert todas las facultades con respecto a la toma de decisiones para el restablecimiento del servicio general y la recomposición de las obras, acordándose efectuar en la línea del litoral las primeras reparaciones por tratarse de la menos afectada.
Del suceso ocurrido se ocupaba detalladamente un impreso que vio la luz poco después y en el que -en verso- se describían las diversas desgracias causadas por el temporal.
“Hoy con mano temblorosa / y el pecho lleno de horror, / voy a relatar si puedo / dando rienda a mi dolor. * Tristes escenas que espantan, / desgracias aterradoras, / que ocasionó un temporal / que duró muy pocas horas. […]. * En Breda y en Hostalrich / pronto se ven inundados / por una furiosa lluvia / que cae por todos lados. * Eran las diez de la noche / que cruza por el carril / un convoy de siete coches / que a Barcino va a dormir. * Setenta o más pasajeros / dicho convoy arrastraba, / caminando muy despacio / evitando una desgracia. * El celoso maquinista / a un peón le preguntaba / antes de llegar al puente / si sabía como estaba. * Despréndese de las nubes / un rayo que con luz clara / alumbra todo el camino / y vieron nada faltaba. * Mas prudente el maquinista / muy poca fuerza le daba / a la máquina, al instante / que por el puente pasaba. * Enfila el primer trayecto / y pasa sin novedad, / pero al llegar al último / no lo ha logrado pasar. * El puente que socabado / por las aguas copiosas / que de montes y torrentes / se despeñan presurosas. * Sintiendo el peso del tren / que pasaba presuroso / no lo puede sostener / y se hace horrible destrozo. * ¡Divina Virgen María! / ¡Madre de Consolación! / dadme fuerzas por que pueda / escribir la relación. * De esta inaudita catástrofe / de esta gran calamidad, / en medio la oscura noche / y en horrenda tempestad. * Cruza el rayo refulgente / brama el trueno aterrador / y mil hayes lastimeros / llenos de espanto y pavor. * Se oyen en el espacio, / implorando compasión / sin hallar quien los socorra / en medio de su aflicción. * Desplomado todo el tren / y sumergido en el río / unos coches sobre de otros / sin consuelo, sin ausilio. * Los que quedaron con vida / buscando su salvación / se introducen en el río / en medio la confusión. * Las peñas que desprendidas / va arrastrando la corriente / son otros nuevos obstáculos / que atropella a aquella gente. * Otros dentro de los coches / se lamentan sin cesar, / y piden todos socorro / que no les puede llegar. * El infeliz maquinista / al caer se vio arrastrar / por la impetuosa corriente / y sin saber de nadar. * Su muerte era segura / cuando la casualidad / un árbol me le presenta / donde se pudo agarrar. * Y allí seis horas mortales / tuvo el triste que esperar / hasta que la luz del día / le pudo por fin guiar. * Y extenuado de frío / de cansancio y de pesar, / logró ileso salvarse / de aquella calamidad. * Todas las autoridades / al saber la fatal nueva, / de su pericia y valor / nos dan relevante prueba. * Amparando a los heridos / y consolando a los sanos / con un amor paternal / con un cariño de hermanos. * Recogen a los difuntos / para darles con premura / al pueblo más inmediato / cristiana sepultura. * De los coches que en el río / han quedado sumergidos, / al ser de día sacaron / a varios muertos y heridos. * Un empleado de la empresa / que con asiduo afán / trabajó toda la noche / para los pobres salvar. * Cuando fue de claro día / ¡considerad su dolor! / padre, madre y dos hermanos / entre los muertos halló. […]” (2)
La catástrofe ocurrida, representó un duro revés para la Empresa. Tanto los miembros de la Junta Directiva como el conjunto de los empleados tardarían en olvidar la tragedia. Así lo expresaban aquellos, meses después, con motivo de la celebración de la Junta General de Accionistas: “Los aguaceros extraordinarios del memorable cuanto aciago día 7 de Octubre último, vinieron a infundir la desolación en la Empresa con la catástrofe del tren que cayó con el pontón situado sobre el torrente Abern, en el kilómetro 62 de la línea del interior”. Como queda dicho, además de la irreparable pérdida de vidas humanas, los destrozos y averías causados por la furia de los elementos fueron numerosísimos. Como consecuencia del violento temporal, la línea del interior quedó destruida en una extensión de 25 kilómetros y en la del litoral, fueron arrastrados por las aguas cuatro puentes -entre ellos el que salvaba el río Besós-.
Decidida la Empresa a restablecer la normalidad cuanto antes en las zonas afectadas, se reconstruyeron de madera los cuatro citados puentes a la espera de su reconstrucción definitiva. Con ello y con la progresiva reparación de otras infraestructuras, pudo ir reanudándose la explotación en varios tramos e irse restableciendo un servicio que había quedado totalmente suspendido. Así seguía exponiéndolo la citada Junta: “Desde aquel día funesto hubo de cesar todo movimiento de trenes hasta que, habilitada primero la vía del interior hasta Granollers, y más tarde hasta Cardedeu, y después la del litoral hasta Arenys de Mar, y sucesivamente hasta Malgrat y Gerona, la línea volvió a cobrar en lo posible la vida que había perdido”. (3). Aún así y con motivo de las gravísimas consecuencias causadas por aquellos aguaceros, el tramo comprendido entre las estaciones de Cardedeu y Hostalrich permanecería interrumpido durante mucho tiempo. Tras grandes esfuerzos, el 31 de Enero de 1865 se lograba restablecer el servicio hasta Llinás, no pudiendo volver a ser explotada la línea en toda su extensión hasta más de un año después.
De todas formas, lo que dejaría un recuerdo imborrable -sobre todo en aquellos parajes- sería la pérdida de vidas humanas que tuvo lugar en aquella horrible noche de Octubre. Aún hoy, el pontón donde se produjo el accidente es conocido como el “Pont de les desgràcies” (“Puente de las desgracias”). También queda para la Historia el ejemplar comportamiento de los vecinos del lugar, que en masa y con grave desprecio de sus vidas desafiaron aquella noche los desatados elementos para socorrer y auxiliar, en cuanto les fue posible, la desesperada situación de aquellos desgraciados viajeros.
Los citados médico y farmacéutico de Hostalrich -Sres. Llensa y Brunet-, quienes estuvieron ejerciendo sus labores facultativas durante cerca de 72 horas, verían justamente premiada su conducta -por este motivo- con la Gran Cruz Provincial de Beneficencia.
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(1) Acta de la sesión extraordinaria de la Junta Directiva de la Empresa de los Caminos de Hierro de Barcelona a Gerona, celebrada en Barcelona el 9 de Octubre de 1863.
(2) Anónimo. HORROROSO TEMPORAL. Relación circunstanciada de las desgracias acaecidas en la noche del 7 al 8 de Octubre del presente año, a consecuencia de dicho temporal en varios pueblos de la Provincia de Barcelona y ferro-carril de Granollers. Víctimas y desgracias que ha ocasionado. Barcelona. 1863.
(3) Empresa de los Caminos de Hierro de Barcelona a Gerona. Memoria leída en la Junta General de Accionistas […] celebrada el día 10 de Marzo de 1864. Barcelona. 1864.